viernes, 31 de julio de 2015

Lola Roca LXXXIV

Lola Roca empezó a hablar sola porque no entendía la conversación.

Lola Roca tiene vistas al sol, a esa costa de luz tan mágica que la enamoró y a esa duna donde se embarazó.

Vive en la ladera de esa montaña verde de brisa marina sin conexión a internet todavía…han sido muchos cambios en muy poco tiempo.

Los cambios hormonales y físicos ahora le parecen los menores.

Lola Roca amamanta a su hada, hija de la duna, con todas las dudas enredándose en su pelo.

Es una súper mamá que lo pasa demasiado mal con las ausencias de papá. Tenía muy clara su idea de maternidad pero no la de su paternidad.

Lola Roca debe aprender a darse cuenta de que no son malentendidos o giros verbales, no es el idioma el que lxs separa sino el amarse de distinta manera.

Lola Roca vive en instantes de felicidad absoluta cuando su hija la mira sonriendo y se sabe observada desde cerca. En cambio, sufre el mayor de los tormentos cuando le toca mirarle desde lejos, él pone las distancias y luego se las rompe con sus abrazos.

Lola Roca peina sus prolongadas ausencias cuneando a su bebé con suspiros y luz de luna.

La plata que suelta la luna en el mar consigue reconfortarla habiendo noches en las que no moja su cama ni el pis de su hada ni sus lágrimas saladas.

Lola Roca es una rescatadora de patrimonio cultural, una valiente madre soltera y otra extranjera atrapada en la magia de esa costa de la luz. 

Lola Roca está haciendo de ese paraje su nueva lengua materna.

Es una enamorada de un amor efímero que fraguó una personita maravillosa que regala sonrisas para alegrar almas ajenas.
Casa de campo, montes de Málaga, España, junio 2015.

A todas las madres nutricias de hadas, duendes y demás seres del bosque.
A la magia de las noches de verano.

A Claudio.

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