Lola Roca tiene ese don en la yema de los dedos, es una
alquimista.
Lola Roca crea obras de arte de cualquier madeja. Si se
pusieran en fila todas las cosas que ha hecho a base de hilo, lana o cualquier
tipo de cordel, probablemente, se daría una vuelta completa al planeta.
Lola Roca se pierde en sí misma, no le importa en absoluto.
No deja que nadie tire del hilo.
Lola Roca es de las que se enredan en su propio ovillo. Es
muy consciente de ello.
Ella prefiere que sus cosas sigan como están, va aunando soledad
en cada una de sus cenefas, soledad que ella busca. Ahí, es donde se siente
cómoda combinando sus propios colores.
Lola Roca habla poco, porque interactúa poco. Para lo poco
que habla suspira y resopla mucho. Las conversaciones más profundas las tiene
consigo misma, aunque, a veces, hasta se sorprenda mintiéndose a sí misma. Entonces
se regaña, vuelve a resoplarse, se perdona, enciende una chusta olvidada de
cualquier cenicero y vuelve a hilarse.
Lola Roca jamás se confiesa, ni ante el cura ni ante la
psiquiatra. Jamás se desnuda por completo.
Lola Roca tiene secretos que llegan a ahogarse al mar de sus
entrañas, y otros, que se le estrellan en el cielo de la boca. Por eso, Lola
Roca tiene algunas noches en las que se duerme
apretando mucho la mandíbula, y al día siguiente, le duele la cara, de tanto
apretar los dientes.
Lola Roca sabe que ella es la que enhebra sus agujas y que
se devana los sesos demasiado resguardándose tras las madejas.
Lola Roca es así como quiere vivir, calibrando sus propios
enredos.
Lola Roca a solas con sus tejemanejes.
Patagonia Argentina, fotografía de A. Marcelo Cabre, Mayo 2014. Thanks Rubiales! |