miércoles, 30 de julio de 2014

Lola Roca XLVIII

Lola Roca tiene ese don en la yema de los dedos, es una alquimista.
Lola Roca crea obras de arte de cualquier madeja. Si se pusieran en fila todas las cosas que ha hecho a base de hilo, lana o cualquier tipo de cordel, probablemente, se daría una vuelta completa al planeta.
Lola Roca se pierde en sí misma, no le importa en absoluto.
No deja que nadie tire del hilo.
Lola Roca es de las que se enredan en su propio ovillo. Es muy consciente de ello.
Ella prefiere que sus cosas sigan como están, va aunando soledad en cada una de sus cenefas, soledad que ella busca. Ahí, es donde se siente cómoda combinando sus propios colores.
Lola Roca habla poco, porque interactúa poco. Para lo poco que habla suspira y resopla mucho. Las conversaciones más profundas las tiene consigo misma, aunque, a veces, hasta se sorprenda mintiéndose a sí misma. Entonces se regaña, vuelve a resoplarse, se perdona, enciende una chusta olvidada de cualquier cenicero y vuelve a hilarse.
Lola Roca jamás se confiesa, ni ante el cura ni ante la psiquiatra. Jamás se desnuda por completo.
Lola Roca tiene secretos que llegan a ahogarse al mar de sus entrañas, y otros, que se le estrellan en el cielo de la boca. Por eso, Lola Roca tiene algunas noches en las que  se duerme apretando mucho la mandíbula, y al día siguiente, le duele la cara, de tanto apretar los dientes.
Lola Roca sabe que ella es la que enhebra sus agujas y que se devana los sesos demasiado resguardándose tras las madejas.
Lola Roca es así como quiere vivir, calibrando sus propios enredos.

Lola Roca a solas con sus tejemanejes.
Patagonia Argentina, fotografía de A. Marcelo Cabre, Mayo 2014. Thanks Rubiales!

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