martes, 3 de mayo de 2016

Lola Roca XCV

Lola Roca ha tirado todos los bolígrafos secos que tenía para no destinar más tinta a causas perdidas.
Están cambiando sus crisis existenciales, está descubriendo nuevos significados a la palabra profundidad.
Algunos de sus abismos eran embusteros, Lola Roca ahora ya sabe medir las distancias, las largas y las cortas. Ya no la engañará más el falso suelo.
Lola Roca ha cambiado su forma de mirar, así que ya no tiene vértigo.
Abrir la mente, es como cambiar de paradigma, ampliar horizontes, conducir con retrovisores, ensanchar el alma, meditar…todo suma para que Lola Roca capte más magia en su mirar.
Dice un proverbio chino que el maestro llega cuando el alumno está preparado, para Lola Roca la maestra se llama terapia visual, y preparada o no, ella está subiendo la resolución, a cada paso, a  cada ejercicio, a cada instrumento…como subiendo el volumen pisando el acelerador.
Lola Roca mantiene muchas conversaciones con la niña que fue, esa que usaba parche, a la que le daba miedo correr, esa a la que dilataban las pupilas cada dos por tres. Juntas se abrazan, por lo valiente que fue, porque crecer sin ver bien está mal visto le tocó disimular, no lo tuvo nada fácil, pero lo hizo muy bien por muchas puertas donde se enganchase o paredes donde se golpease.
Lola Roca llora escribiéndose y se mira en todos los espejos porque ahora, ya de adulta, se ve muy bien.

Lola Roca no quiere pararse, ni tener un solo punto de vista , ella quiere nueve o diez.
Dibujo con poema de Federico G. Lorca, enviado a la cárcel de Logroño, a Arnaldo Otegi en julio del 2015.

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