Lola Roca se
despierta de la siesta reptando por el sofá, va buscando su abanico.
Está
experimentando el calor extremo, ese que te hace sudar hasta casi
perder el aliento. El agua salada rodea a Lola Roca: es toda
lágrimas, sudor y Mediterráneo.
Lola Roca es de
termostato alto, de estar al rojo vivo, con lunares negros.
A ella no le
circula la sangre, a ella le hierve.
Lola Roca lleva
unas semanas viviendo despeinada, durmiendo poco y rezumando sal por
todos sus poros.
Lola Roca quiere
no frenar jamás de abrazarse a la ciudad, de curarse a base de
amistad y de su bendita agua de mar.
Lola Roca se
permite el lujo de pasar sus duelos sentimentales coloreando y dando
palmas.
Lola Roca de cada
tropiezo saca aún más ganas de seguir avanzando.
Ella avanza,
siempre, tiesa, con la peineta bien alta, porque se sabe querida,
afortunada y sana.
A Lola Roca le
montan talismanes sus amigxs y se le perdonan sus retrasos los domingos
por la mañana.
Si como decía
Ortega y Gasset “yo soy yo y mis circunstancias”, Lola Roca es
ella, fuego, agua salada y toda la bonita gente que la nutre,
sostiene y quiere, esas son sus circunstancias.
Lola Roca siempre
lleva un abanico en la mano y una sonrisa en la boca.
Lola Roca de
colores cálidos y de arder por dentro, sube la temperatura allá por donde va.
Camino de la Laguna Grande de El Tobar, Cuenca, Agosto 2014. |
Lola preciosa
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