martes, 2 de septiembre de 2014

Lola Roca LI

Lola Roca se despierta de la siesta reptando por el sofá, va buscando su abanico.

Está experimentando el calor extremo, ese que te hace sudar hasta casi perder el aliento. El agua salada rodea a Lola Roca: es toda lágrimas, sudor y Mediterráneo.

Lola Roca es de termostato alto, de estar al rojo vivo, con lunares negros.

A ella no le circula la sangre, a ella le hierve.

Lola Roca lleva unas semanas viviendo despeinada, durmiendo poco y rezumando sal por todos sus poros.

Lola Roca quiere no frenar jamás de abrazarse a la ciudad, de curarse a base de amistad y de su bendita agua de mar.

Lola Roca se permite el lujo de pasar sus duelos sentimentales coloreando y dando palmas.

Lola Roca de cada tropiezo saca aún más ganas de seguir avanzando.

Ella avanza, siempre, tiesa, con la peineta bien alta, porque se sabe querida, afortunada y sana.

A Lola Roca le montan talismanes sus amigxs y se le perdonan sus retrasos los domingos por la mañana.

Si como decía Ortega y Gasset “yo soy yo y mis circunstancias”, Lola Roca es ella, fuego, agua salada y toda la bonita gente que la nutre, sostiene y quiere, esas son sus circunstancias.

Lola Roca siempre lleva un abanico en la mano y una sonrisa en la boca.


Lola Roca de colores cálidos y de arder por dentro, sube la temperatura allá por donde va.
Camino de la Laguna Grande de El Tobar, Cuenca, Agosto 2014.

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