jueves, 27 de marzo de 2014

Lola Roca XXXII



Lola Roca se atusa el pelo en el reflejo que le devuelve el cristal.
Se tapa la brecha de su frente con el flequillo, pero sabe de sobra que todas las que van ahí montadas comparten las mismas marcas, quitando la que acaba de taparse.
La brecha de género, la de los puntos de sutura que te dan nada más parir, la salarial,... muchas heridas, algunas tienen más de diez mil kilómetros de distancia...
Lola Roca tiene a parte de cicatrices, unos callos de estropajo y lejía de casa ajena, que le pesa más que madrugar tanto.
Lola Roca ha criado tres generaciones distintas de bebés y ha fregado muchos suelos, muchas veces, hasta llegar al sueldo base "legítimo" estipulado por ley.
Ahora, recuerda cuando tenía un miedo atroz a ir sola por la calle porque no tenía papeles. Aún se despierta algunas noches sobresaltada porque esa pesadilla le trepa del inconsciente al cuerpo para empaparla en sudor.
En el autobús se ríen e intercambian trucos, cotilleos, ofertas y anécdotas desde la comadrería surgida de las brechas y de la explotación laboral en común.
A Lola Roca de vez en cuando le da por contar nacionalidades, un día aquello parecía una convención de la ONU más que un autobús público. Llegó a contar nueve nacionalidades distintas, todas precarias y madrugadoras, dirección al mismo barrio adinerado. Les dio la risa, se escucharon palabrotas en varios idiomas y se fue deshaciendo la particular convención parada a parada, una mañana más.
Lola Roca sin proyección laboral ninguna cierra los puños para no verse los callos y se baja del autobús, un día más es un día menos, piensa tocándose el flequillo.

A todas las madrugadoras de la línea 32.

Parque homenaje a los soldados comunistas, Berlín, febrero 2014.

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