Lola Roca no sabe expresar otro sentimiento que no sea el de
la rabia a través del enfado.
Resulta que ya pasados los cuarenta se ve en una forzada
cuarentena medio encerrada en una casa que reconoce como suya, pero que no sabe
habitar.
Lola Roca se encuentra incómoda en todo terreno emocional. Es
totalmente comprensible si sabes que desde pequeña Lola Roca tuvo que reprimir
todo atisbo de vulnerabilidad.
Eso es lo que les pasa a las huérfanas de su familia, que al
criarse sin mamá, maduran antes a partir de enterrar todo lo relacionado con la
inteligencia emocional.
Pese a todo, ella tiene un aura muy conmovedora aunque Lola
Roca no sabe llorar ni de pena, ni de tristeza… se las apaña para sacar cosas a
fuera aunque, normalmente, sólo le salen gritos que esconden frustración.
Lo que le pasa a Lola Roca es que tiene miedo a permitirse
sentir miedo, tiene miedo a dejarse sentir su sentir porque el sentido de su vida es
demasiado turbulento como para destapárselo ahora, por mucho que le abran y le
cierren la cabeza, Lola Roca seguirá igual, porque no hay cambio que le haga
soltarse de su clavo ardiendo.
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