Cuando los girasoles miran al suelo pasando del astro rey,
empieza septiembre para Lola Roca.
Además, septiembre empieza con despedidas, adioses y
hasta prontos que son una vuelta más de la rueda cíclica del para volver tener
que irse.
Lola Roca se nota el cambio estacional en su tristeza y en el
pelo.
La tonalidad de cada hoja le devuelve del paisaje cierta
incertidumbre agridulce, porque aunque Lola Roca decidió vivir en un eterno
verano, para evitarse la depresión postvacacional, los días con menos horas de
luz no se los quita nadie.
Así, Lola Roca afronta el pequeño gran duelo, que es final
del verano, mirando flores cabizbajas.
Los días se acortan y las mangas se alargan, mientras Lola
Roca va defendiéndose de la melancolía de ese atardecer que llega cada vez más
temprano.
Lola Roca escribió en un ticket de su bolso, con tinta roja,
que a los amores de verano les siguen los despechos del otoño, y que era por eso
por lo que a muy poca gente le gustaba septiembre.
Pero Lola Roca no escribe de sus duelos en los
tickets ningún mes, ya tiene al día todas las facturas.
Casas Colgadas de Cuenca, agosto 2016, fotografía de Claudio Andrada. |
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