A Lola Roca se le cae la baba de
la risa…bueno de la risa y porque hace ya varios meses que pasa de usar la
dentadura postiza. Decidió escupírsela en la sopa a su compañero de mesa, una
bonita tarde de abril, en el primer turno de la cena.
Lleva viviendo como interna en el
módulo de asistidos varios años, unos años que han ido cuesta abajo y sin
frenos hacia un alzheimer galopante. Este tan sin par amante ahora la tiene
embelesada, babeada y sonriente todo el día.
¿Quién se lo iba a decir a Lola
Roca y a sus chorro cientos mil familiares? Ella nunca se permitió enamorarse como
buena hija mayor y solterona. Trabajó toda su vida, literalmente, por y para
los demás: primero cuidó de sus hermanitos y hermanitas, luego de sus padres,
luego de sus tías solteronas, después de sus sobrinitos y sobrinitas al quedar huérfanos
de padre y madre y por fin, cuando toda carga familiar estaba fuera del
horizonte de Lola Roca…apareció él y Lola Roca cayó en sus brazos, exhausta de
tanto cuidar.
Una carcajada estrepitosa, aguda
y desordenada hace retumbar todos los oídos y “tacatases” de la sala de la
televisión.
-Nunca fue una mujer muy alegre y ¡joder! Es la primera vez
que la veo reírse así…-dice una de sus chiquicientas sobrinas en su visita
semestral totalmente estupefacta.
Y así,
Lola Roca va asombrando al goteo de visitas sobriniles que recibe, una mujer
definida por su carácter austero, sumiso
y recio… es al son de la demencia cuando por fin se ríe despreocupada,
desocupada y sí, obviamente, sin saber muy bien de qué.
*Foto.-Museo de Madera,Bhaktapur, Nepal 2013.
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