Lola Roca se atusa el pelo en el reflejo que le devuelve el cristal.
Se tapa la brecha de su frente con el flequillo, pero sabe de sobra que
todas las que van ahí montadas comparten las mismas marcas, quitando la que
acaba de taparse.
La brecha de género, la de los puntos de sutura que te dan nada más
parir, la salarial,... muchas heridas, algunas tienen más de diez mil
kilómetros de distancia...
Lola Roca tiene a parte de cicatrices, unos callos de estropajo y lejía
de casa ajena, que le pesa más que madrugar tanto.
Lola Roca ha criado tres generaciones distintas de bebés y ha fregado
muchos suelos, muchas veces, hasta llegar al sueldo base "legítimo"
estipulado por ley.
Ahora, recuerda cuando tenía un miedo
atroz a ir sola por la calle porque no tenía papeles. Aún se despierta algunas
noches sobresaltada porque esa pesadilla le trepa del inconsciente al cuerpo
para empaparla en sudor.
En el autobús se ríen e intercambian trucos, cotilleos, ofertas y
anécdotas desde la comadrería surgida de las brechas y de la
explotación laboral en común.
A Lola Roca de vez en cuando le da por contar nacionalidades, un día
aquello parecía una convención de la ONU más que un autobús público. Llegó a
contar nueve nacionalidades distintas, todas precarias y madrugadoras,
dirección al mismo barrio adinerado. Les dio la risa, se escucharon palabrotas
en varios idiomas y se fue deshaciendo la particular convención parada a
parada, una mañana más.
Lola Roca sin proyección laboral ninguna cierra los puños para no verse
los callos y se baja del autobús, un día más es un día menos, piensa tocándose
el flequillo.
A todas las madrugadoras de la línea 32.
Parque homenaje a los soldados comunistas, Berlín, febrero 2014. |
Lola Roca <3
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