martes, 10 de septiembre de 2013

LolaRocaVIII


Lola Roca supo lo que era un velatorio demasiado pronto.
Lola Roca se quedó huérfana de madre, sin entender nada. Era tan pequeña como para que no se le explicasen las cosas pero tan mayor como para poder hilarlas sola.
Lola Roca lloraba sola para poder hacer sonreír a su hermana pequeña.
Lola Roca despotricaba sola para poder fregar los platos sucios de su hermano mayor y recoger los platos rotos de su padre. 
Toda esa rabia acumulada en la infancia se le asoma de vez en cuando por sus mejillas. Pero enfadarse sólo se enfadaba inconscientemente con su madre por haberse ido.
Lola Roca así creció, la vida le puso otra madre en el camino que vio sus solitarias lágrimas y besó sus ojos.
Lola Roca hoy, aquí y ahora, es una mujer hecha y derecha, fuerte y sensible, derrocha amor en su mirada.
A veces, se le hace un nudo en la garganta viendo una urraca o mirando el embalse donde da su ventana. Lola Roca ya sabe que llorar no es malo y que su madre nunca ha dejado de acompañarla.
Lola Roca puede sentir que allá donde esté está orgullosa de cómo avanza por la vida, con la cabeza despeinada y muy bien amueblada.

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