Lola Roca XXXV

A Lola Roca le da miedo sentarse frente al teclado desde hace varios días porque sólo le salen versos desparejos.

Está tan triste que lleva casi una semana arrastrando los pies con esa extraña presión en el costado izquierdo, le duele hasta el corazón de quererle tanto, literalmente, sin lírica ninguna.

Lola Roca se maldice y mal escribe.

Lola Roca sufre desamor, pero esta vez no es un desamor cualquiera, este es de ese tipo de desamores que da vergüenza hasta reconocer.

Él es su migraña al abrir los ojos. Él es su mareo al levantarse, sus pinzamientos musculares y su irritación del lagrimal. Él se la manifiesta de múltiples formas, Lola Roca no puede más.

"-¿Tanto desgaste para qué?"-se pregunta.

Lo macabro del asunto es que no puede soltarse de esa sensación, ni de esos tantos dolores porque es lo único que tiene suyo. Le asusta también, mucho, perderle para siempre. Ambivalencia masoquista, se ha autodiagnosticado.

Los retazos de atención que le dedica le dan el aliento justo para ir arrastras hasta la próxima vez. Encima él saca lo peor de ella.

Lola Roca es de deshacerse en sonrisas y él hace que se enfade. Lola Roca se enfada con él, con ella misma, hasta con la poesía y rompe folios a penas garabateados.

Tan contraproducente y visceral este amor que siente que ni andar correctamente puede.

Lola Roca se regaña mucho, la regañan mucho también, pero nada hace que se apague ese desconsuelo devorador.

Lola Roca escribe letras lloradas por un hombre cobarde artista profesional en delegar responsabilidades. "Espabila chica, espabila", se suena los mocos de la última llantina y abre un nuevo documento word...

Respira hondo y se propone reconstruirse a través de finales asonantes.

Málaga, abril 2014.

 Al Ave Fenix que es mi Lola.