Lola Roca se hace un cigarro más, el cuarto en cosa de diez minutos.
Está tan nerviosa que fuma de modo autómata, como le dice su madre.
Lola Roca se siente como un padre primerizo
en la sala de espera de cualquier hospital en blanco y negro, revienta ceniceros.
Su enfermera
con cofia anunciando el sexo de su criatura recién nacida no va a llegar, probablemente, nunca.
Lola Roca ha vuelto a un país al que añora tanto en la distancia que de
nuevo con los pies sobre su suelo zozobra continuamente. Sensación constante de mareo, igual es el exceso de tabaco, igual el exceso emocional, el efecto barco es lo único claro.
No sabe que hacer, ese
cielo de su ciudad del extrarradio natal no da tregua, no le deja
de llover. Sabe que bajo su otro cielo, el que está a más de diez mil
kilómetros, brilla el sol y se estaría hartando de calor. Calor que en estos
abrazos tan esperados, tal vez, bajo la presión de la expectación, no ha sabido
disfrutar.
Recuerda, con sonrisa coqueta, cuando leyó por primera vez aquello del
síndrome de Úlises, de no ser de aquí ni de allá, de la confusión del
arraigo...lo que jamás sospecharía era que con los años y esta fuga de jóvenes
talentos y talentas, con su crisis y catástrofes personales de por medio, ella
sería la protagonista de una historia de escenario en ninguna parte.
Lola Roca, puro caos sentimento-emocional, pura vida inmigrante
emigrada, ganas de volver a hacer las maletas para volver a echar
esto de menos.
El Chorro, Málaga, verano 2013. La mancha negra es Tina. |
A mi musa de botones y extensiones.
Lola Roca emigrante...como todas, interesantísima.
ResponderEliminarM.
Se me caen las lágrimas... Eres increíble.
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