Lola Roca se provocó su chepa cuando empezaron a salirle las
tetas.
De niña tímida a adolescente acomplejada fue todo un abrir y cerrar de
ojos.
No se permitía andar erguida.
Así, Lola Roca se fue colgando del cuello de cada tipo que
quiso besarla hasta que de tanto arrugarse no cabía en su alma ningún desgaste
más.
Lola Roca llegó casi a la
cuarentena tropezón tras tropezón y siempre mirando al suelo.
Entonces ocurrió, Lola Roca se aferró a si misma, se tocó,
se olió, se afirmó en sus pasos, en definitiva: se reconoció.
Hoy Lola Roca acaricia a esa prepuber llorona e insegura que
fue, y a veces siguen llorando juntas pero estira la espalda todos los días,
camina recta y orgullosa, es de esas que se cuida, de esas que corren con
lobas, de las que aúllan a la Luna Roja.
Lola Roca ya no huye
de si misma porque se permite quererse, no es el camino fácil pero es diosa
luchadora y sólo puede “tirar pa’lante”.
A una Lola Roca de amor y Tierra, gracias por caminar a mi
lado.
Te quiero Amiga.
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