Lola Roca siempre ha sido artista, divina y elocuente,
perspicaz, rápida de pensamiento y acción.
Lo suyo es el equilibrismo porque desde que tiene uso de
razón ha caminado haciendo equilibrios sobre su particular cuerda floja: la
delgada línea entre la genialidad y la locura.
Lola Roca siempre ha avanzado sin más red que sus propios
recursos personales junto con las manos amigas que siempre han sabido balancearla
hasta la verticalidad estable de sus pasos. Pero la estabilidad, tan delicada y
efímera para Lola Roca no siempre lo ha supuesto todo. Mantenerse de pie es un
esfuerzo muy grande que no siempre compensa, como ella bien sabe, pero ahora se
ha caído de bruces y no sabe qué hacer para poder volver sobre su cuerda.
Lola Roca está confusa, sentada medio a oscuras a los pies
de un escenario donde no termina de arrancar nunca su propia función.
Los chispazos de claridad que le llegan no son suficientes
para mantener su bombilla encendida, vuelve la oscuridad, pero Lola Roca sabe que,
si otras lo consiguieron, ella también va a volver a caminar con paso firme y
equilibrado.
Lola Roca duda de la realidad como cuando se difuminan los
contornos en un dibujo mojado, mezclándose las formas, la inventiva ha comido
terreno a su objetividad, entonces todo parece tan inventado que sólo puede ser
real.
Entre titubeos y protagonismos antagónicos de películas por
filmar Lola Roca debate con sus propias voces, que no sabe bien como callar.
Lola Roca ha dado con sus huesos en esa planta de salud
mental, su alma y su mente aún están del todo por llegar.
Parcela hogar de la pata libre, Écija, Sevilla, octubre 2016. |